Arte Argentino Contemporáneo

daniel molina
5 min readMay 18, 2024

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(Este texto lo publiqué en el diario La Nación el 10 de mayo de 2013 a propósito de una muestra de tres importantes colecciones argentinas en la Fundación Proa)

El arte, fuera del lenguaje, es la posibilidad más radical que posee el ser humano para testimoniar sobre el mundo. ¿Qué sería de nosotros sin arte y sin lenguaje? ¿Es posible pensar que existe sentido fuera del lenguaje? Es posible, pero impensable. Es impensable, pero imaginable: el arte imagina ese mundo fuera del lenguaje. Por eso suele haber siempre (aún en las experiencias más racionales y autónomas) un componente autobiográfico en todo arte. La muestra Algunos artistas. Arte argentino desde 1990 hasta hoy, que se exhibe en Fundación Proa, pone el acento no sólo en un arte que hace de la biografía del artista y del contexto cultural un centro incandescente del sentido, sino que también coloca al coleccionista en el centro de la escena, a la vez que resume la historia de los últimos 25 años de arte en tres espacios culturales: la Galería del Rojas, Belleza y Felicidad y Appetite.

A fines de 1988 le propuse a Leopoldo Sosa Pujato, quien por entonces dirigía el Centro Cultural Ricardo Rojas, que creáramos allí una galería de arte y aceptó entusiasmado. Convoqué a un artista, Jorge Gumier Maier, para que fuera el curador del nuevo espacio. Eso ya era todo un manifiesto: no sería la academia ni el mercado los que seleccionarían a los nuevos artistas. La primera muestra de ese espacio, a mediados de 1989, fue una instalación de Liliana Maresca que el personal de limpieza del centro cultural tiró a la basura inadvertidamente: hubo que volverla a armar pocas horas antes de la inauguración. El arte que se exhibía en el Rojas parecía invendible (hasta el punto de ser irreconocible como arte para los profanos), pero hubo un coleccionista que apostó por él y creó una colección increíble con lo mejor de lo que se expuso allí: Gustavo Bruzzone.

Cuando la Galería del Rojas cumplía 10 años, se abrió en un local del Abasto un espacio cultural, regenteado por Cecilia Pavón (escritora y traductora) y Fernanda Laguna (artista visual, escritora, curadora y emprendedora): Belleza y Felicidad. Expusieron algunos artistas que habían surgido en el Rojas (como el propio Gumier Maier) y casi todos los que emergieron en la primera década de este siglo. Bruzzone siguió comprando arte en Belleza y Felicidad, pero por entonces se sumó un nuevo coleccionista que apostó con todo a los jóvenes del año 2000: Esteban Tedesco, quien reconoce la influencia que ha tenido en la conformación de su colección la opinión del artista Ernesto Ballesteros. Así como Bruzzone mostró por primera vez su colección del arte del Rojas en el propio Rojas en 1999, Tedesco presentó su colección en público (curada por Philippe Cyroulnik), bajo el título Objetos de mi pasión, en el Centro Cultural Borges, en 2009.

En 2005, la artista Daniela Luna creó Appetite: un espacio que fue el hogar de los emergentes que surgieron tras la crisis de 2001. Así como el Rojas y Belleza y Felicidad apostaron por el glamour , el rescate de lo íntimo, el lujo de la purpurina y la factura elaboradamente artesanal, Appetite concentró lo trash, lo obsceno y lo conceptual. El coleccionista que apoyó la aventura de Appetite fue Alejandro Ikonicoff. Estas tres colecciones, estos tres espacios del arte emergente, estas tres condensaciones de energía creativa conforman los núcleos conceptuales de la muestra Algunos artistas .

Más que un panorama completo del arte argentino del último cuarto de siglo, la muestra de Proa es una antología exquisita que rescata estas formas de producción y atesoramiento. Como gemas perfectas del sinsentido del mundo, más de 300 obras producidas por 120 artistas muestran la enorme variedad de propuestas que surgieron a lo largo de esas dos décadas. El recorrido curatorial hace especial hincapié en las colecciones, más que en las épocas o en los artistas. En la primera sala se presenta un panorama de conjunto, con un artista emblemático asociado a cada colección. Hay también retratos de los artistas exhibidos y de los coleccionistas, tomados por otros artistas (como Alberto Goldenstein, Rosana Schoijett o Gian Paolo Minelli), además de retratos que son también obras conceptuales, como los de Flavia Da Rin o Guillermo Iuso.

El curador de la segunda sala fue Rafael Cippolini, que presenta un panorama de la colección Bruzzone, centrada en (pero no reducida a) los artistas del Rojas. Hay aquí un estallido de color y materiales innobles. Se destacan obras de Marcelo Pombo, Alfredo Londaibere, Ariadna Pastorini, Gumier Maier, Liliana Maresca, Miguel Harte, Cristina Schiavi, Pablo Suárez, Roberto Jacoby y muchísimos otros que marcaron a fuego la última década del siglo XX.

La selección de la tercera sala fue realizada por Ana Gallardo. Ella toma muchas de las piezas más importantes de la colección Tedesco, con las que construye un recorrido por los primeros años del siglo XXI en torno a obras emblemáticas de Jorge Macchi, el Grupo de la X, Pablo Siquier, Marina Di Caro y Adrián Villar Rojas. Mientras que los artistas de los años 90 tienen una potente impronta local, con una estética basada en lo personal y lo artesanal (y con un rescate de materiales usados en las artesanías o encontrados en la calle), los artistas que privilegia la colección Tedesco tienen un fuerte sello internacional: más que dialogar con sus pares locales, tratan de sumarse al discurso que circula por el mundo del arte que tiene su centro en las bienales y en los museos de los países del Norte.

Por último, en la cuarta sala se ubican las obras de la colección Ikonicoff que seleccionaron Cecilia Szalkowicz y Gastón Pérsico. Aquí se exhiben trabajos de Diego Bianchi, Leopoldo Estol o Eduardo Basualdo. También se encuentran algunas de las propuestas más audaces, como la gran instalación de Juliana Iriart con la que cierra el recorrido. Da la sensación de que a medida que avanza el tiempo los artistas se van apoyando en las experiencias pasadas, lo que les permitió arriesgarse más y apostar a una mayor experimentación.

Algunos artistas debería leerse en diálogo con la muestra Arte argentino actual en la colección de Malba, con la que ese museo celebró su primera década. Ambas muestras dejan en claro que cuando hablamos de contemporaneidad en el arte argentino nos estamos refiriendo a ese momento inaugural que sucedió en la Galería del Rojas en medio de la hiperinflación de 1989, cuando todo parecía desmoronarse. La instalación de Liliana Maresca que dio origen a esa constelación de talentos era un comentario poético sobre la desolación y la pérdida. Es hermoso ver que de aquel desamparo surgió esta riqueza.

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daniel molina

¿Que yo me contradigo? Pues sí, me contradigo. Y, ¿qué? (Yo soy inmenso, contengo multitudes.)