Nadie quiere reflexionar
Una de las cosas que me sorprendió en mi adolescencia fue comprender que la persona que no lee el Quijote y aun así lo detesta convive en el mismo mundo con el que lee ese libro y comprende que es el colmo de la inteligencia humana.
Estamos juntos en esta aventura de la vida en sociedad: tanto los que viven en estado de resentimiento como los que donan su vida a los otros. No solo estamos juntos con los demás seres humanos sino también con el resto de los animales, las plantas y las rocas.
Para funcionar, cada ser humano se percibe único y separado del resto de la naturaleza, pero en realidad somos componentes de un ser complejo, hecho de diferentes partes que encajan perfecto, sin que cada una de las millones de diferentes células se sienta parte de ese conjunto.
El odio al otro es simplemente debilidad extrema. Como bien dice Nietzsche no se odia más que al que se considera superior. Odiar es una forma de declarar que nos sentimos inferiores e incapaces de amar (es decir, de sumarnos a la hermandad humana).
Cuando una persona está convencida de algo erróneo es imposible hacerle ver su error mediante la razón. Justamente, si fuera capaz de razonar sobre el error en el que cree a ciegas no haría falta demostrárselo. Por lo general, apelar a la razón puede enceguecerla aún más.
Pongamos de ejemplo lo que sucede en Venezuela visto por los argentinos que toman partido. El que cree que la posición A es la correcta no puede ni siquiera pensar que el que piensa B (o prefiere no sentar posición) sea una persona digna. Cree firmemente que es gente horrible.
Todo conflicto político es complejo. El caso de Venezuela es de una extrema complejidad. Pero para los maniqueístas convencidos se trata de tomar posición por A o por B. Y para la gente que milita A, los que militan B son enemigos que hay que destruir. Y lo mismo visto desde B.
El maniqueismo político es la posición más obvia. Hasta un cerebro no humano puede entender el punto de vista maniqueísta: hay una lado bueno, angelical, perfecto y un lado malvado, demoníaco, corrupto. “Nuestro lado” obviamente es el bueno y el “lado de enfrente” es el malo.
¿Por qué la mayoría en todos los enfrentamientos es claramente maniqueísta, incapaz de pensar con mayor sutileza la complejidad de un conflicto? Porque simplificar el mundo (verlo blanco prístino o negro oscurísimo) permite no tener que reflexionar.
La reflexión es un lujo que el cerebro de la mayoría no se permite (y que, desgraciadamente, la mayoría incluso desconoce completamente). Para ellos las cosas son claras: o estás en mi bando o sos mi enemigo. Y nadie puede moverlos de allí mediante la razón, porque la detestan.
El “argumento” más típicamente maniqueo es “decile a una persona que sufre tal cosa -contra la que yo milito y me indigno- tu argumento contra el maniqueísmo”. Justamente, el que sufre algo que le hace daño (sea del bando A o B) no suele razonar: es dolor en estado puro.
El maniqueísmo es signo de incapacidad para pensar. No importa si los “argumentos” maniqueos los usa gente que les parece brillante (en otros campos, incluso en ese mismo campo). Todo el mundo tiene derecho a ser estúpido y casi ninguno de nosotros deja de usar ese derecho.