No queremos que haya igualdad de oportunidades

daniel molina
4 min readNov 5, 2022

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Una Educación Pública ideal sería una institución que querría lograr que los estudiantes aprendieran cosas nuevas, pensamiento científico y métodos idóneos para resolver problemas. Además, y esto sería como la frutilla del postre, que los estudiantes aprendan a convivir entre ellos y con el resto de la sociedad de manera civilizada y creativa. Digo esto sobre la educación pública y cualquiera que conoce la triste realidad de las escuelas argentinas siente que estoy hablando de una utopía descabellada.
Si la persona que lee este artículo tiene menos de 50 años no experimentó la Educación Pública de Calidad que se impartía en cualquier aula pública argentina entre 1860 y hasta 1976, y que se parecía bastante a esa utopía descabellada de la que se habla en el párrafo anterior. Durante casi 120 años la escuela argentina logró que el estudiante que pasaba unos años (incluso pocos, ya que los más pobres durante muchas décadas apenas si concurrían a la escuela primaria) salía de la escuela mucho mejor educado que lo que hoy está en promedio un estudiante que termina el Secundario con una buena calificación.

Que los abuelos que apenas terminaron el primario sepan leer mejor que los nietos que quieren ir a la universidad debería hacernos desconfiar bastante de la forma en que hoy se regalan calificaciones. Este fenómeno no es solo argentino: acabo de leer una columna de Juan Soto Ivars sobre que algo muy parecido sucede en España. Los conocimientos que antes apenas alcanzaban para aprobar raspando, hoy consiguen que se los califique con un Sobresaliente.
Ya no existen los adolescentes que saben sumar o restar mentalmente, incluso son pocos los que saben hacerlo usando los dedos (hasta les cuesta hacer una operación sencilla en una calculadora). Cualquier profesor de un terciario o de un curso de ingreso a las universidades puede atestiguar sobre la cantidad de jóvenes que no solo no comprenden textos mínimamente complejos sino que no saben leer en voz alta un párrafo sencillo, de esos que hace 50 años un niño de 4º grado de primaria leía sin problemas.
Las últimas evaluaciones sobre la educación argentina que se han conocido son catastróficas. Los resultados muestran que la Argentina (que hace un par de décadas aun lideraba los rankings de América Latina) hoy está debajo de El Salvador, país que se destaca por su bajo índice de Desarrollo Humano. Nuestra educación ha colapsado y a nadie le preocupa.
Se habla de las clases presenciales perdidas durante la pandemia y se dice que eso afectó el aprendizaje. ¡Pero el informe con los resultados desastrosos en la educación argentina se refiere a la escuela de 2019, un año antes de la pandemia, cuando gobernaba Mauricio Macri! No quiero ni imaginar el desastre que emergerá cuando midamos los rendimientos actuales. En este tema no hay grieta: todos los gobiernos de los últimos 50 años fueron un desastre.

¿Cómo pudo la Argentina de 1860 a 1976 lograr -con gobiernos oligárquicos y populares, más gobiernos dictatoriales en el medio- que la educación pública mejorara constantemente y desde hace 50 años (con casi 40 de Democracia) solo pudimos generar decadencia educativa?
Hubo algo esencial en esos 120 años de progreso educativo: a la sociedad en su conjunto y a todos los líderes políticos la educación pública les importaba realmente, no solo en los discursos. Todo el mundo creía que la educación era la mejor herramienta para lograr igualar las posibilidades de desarrollo de las personas que habían nacido con desigualdades sociales y económicas notorias. Por se logró el “milagro” de una mejor educación para todos. Hasta 1970 la escuela pública era claramente mejor que la privada. Eso permitía también que la escuela fuera un ámbito de integración social muy poderoso: en la misma aula convivían chicos de realidades socioeconómicas muy diversas.
Los chicos de 2 años carecen de conocimientos, sean ricos o pobres. Pero los de 10 años, si vienen de hogares con alto capital cultural (los que tienen bibliotecas, viajan al exterior, conocen otras culturas antes de la adolescencia, van al cine, etc) esos ya estarán adelantados a esa edad, aunque la escuela se caiga a pedazos. Los otros se quedarán sin nada: nada en casa, nada en la escuela.
Si queremos un país mejor para todos (y darle mejores oportunidades a los que nacieron en desventaja) la escuela que tenemos hoy no nos sirve. Tenemos que reconocer esto, aunque duela, para cambiarlo radicalmente.

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daniel molina
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Written by daniel molina

¿Que yo me contradigo? Pues sí, me contradigo. Y, ¿qué? (Yo soy inmenso, contengo multitudes.)

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