Ocio
Este ciclo -que dictaré durante 2021 en el Instituto Baikal- quiere retomar el ideal grecorromano del ocio, que es completamente diferente de la idea actual.
Ahora el ocio es el tiempo dedicado a divertirse y distraerse del trabajo. Está pensado en una doble función: por un lado, descanso -una forma de “cargar las pilas”- y, por otro lado, usar ese tiempo de diversión para mejorar la productividad general de nuestra vida (hacer contactos que nos posicionen socialmente mejor y compartir actividades que nos permitan hacer negocios).
Como vemos, en la modernidad el ocio es pensado en función del negocio: cargamos las pilas para hacer mejores negocios o lo usamos para crear un espacio en el que los negocios funcionen mejor.
Para el mundo grecorromano, el ocio era la condición esencial en la vida de un hombre libre: era el disfrute mismo de la vida en estado puro. Y por eso se lo dedicaba a la contemplación, al estudio de lo que se amaba, a las actividades que no tenían a priori ningún beneficio material sospechado. Era lo contrario del neg-ocio que es -como su nombre lo indica- la negación del ocio.
En Atenas y en Roma, el negocio era una actividad a la que debíamos dedicarnos por obligación y que convertía hasta al hombre más poderoso en un esclavo de la necesidad. Desde conseguir nuestro sustento más básico hasta lograr muchas riquezas y poder eran negocios. Pero el objetivo último de todo negocio en el mundo grecorromano era el ocio: el tiempo libre, el tiempo en el que se hacían las cosas por placer.
Este ciclo se propone recrear ese espíritu: que dejemos las obligaciones y podamos venir a disfrutar del pensamiento y del aprendizaje de aquellas cosas que a priori no parecen servir para nada útil. Menos aún, para potenciar los negocios.
“El principio del placer reside en no hacer nada”, Jacques Lacan