Una crítica televisiva de 2007

daniel molina
4 min readAug 30, 2020

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(Hace mucho escribía críticas de TV para un medio masivo. Ayer, hablando de series nuevas y viejas, alguien nombró la serie 24 y recordé esta crítica sobre la 6ª Temporada de esa serie - fue escrita hace más de 13 años-. La releí y me pareció bueno compartir un texto que me parece envejeció bien)

Lo políticamente correcto se impuso como el sentido común de nuestra época. Es una batalla cultural que hace cuatro décadas se empezó a librar en las universidades norteamericanas y que al final conquistó Hollywood. Su triunfo transformó la sensibilidad del público global (aunque su impacto en la TV argentina es poco visible).

Ahora, en las series y en las películas, tanto las mujeres como los negros, los homosexuales como los latinos son tratados con un respeto que hace apenas 20 años era impensable. Incluso, ha dejado de emitirse en los Estados Unidos El show de Benny Hill por considerarlo ofensivamente machista. Por eso puede, quizá, sorprender el éxito arrollador que tiene una serie como 24, que ha hecho de la tortura el arma que caracteriza a su héroe, el inmortal e irrompible agente secreto Jack Bauer (interpretado por Kiefer Sutherland).

Pero si bien la tortura y la violencia extrema son una marca de fábrica de esta producción, 24 es algo mucho más complejo y sofisticado que un panfleto derechista: da cuenta, con una narración impecable y un guión sin fisuras, del lado oscuro de la política. Inspirándose en el policial negro, 24 sostiene el suspenso con vueltas de tuerca cada vez más alocadas.

En la temporada anterior, Jack terminaba encerrado en una prisión china, padeciendo horrores. En el comienzo de esta sexta temporada, el gobierno norteamericano negocia su libertad. El héroe regresa, pero no se le ofrece el paraíso. Su liberación se debe a que el gobierno necesita entregárselo a un terrorista presuntamente arrepentido. Al final de ese capítulo supimos que el supuesto “traidor” es en realidad el nuevo jefe de los terroristas, pero por suerte Jack logra escapar. En el segundo capítulo, Jack tiene problemas para convencer al presidente de que el hombre con el que negocian es el verdadero líder del Terror. Ya nadie cree en nadie.

En medio de un clima de asesinatos a mansalva, atentados en el transporte público y cientos de víctimas inocentes, el gobierno no ve otra opción: en 24, las elecciones son entre lo terrible y lo peor. Todo sucede casi como en la vida real. En el mundo de lo monstruoso no hay ángeles.

En esta serie, cada estereotipo es presentado a través de un giro, que lo transforma. El presidente es un hombre negro, las mujeres tienen puestos de mando, en el gabinete se sostienen todas las posiciones: desde la defensa radical de los derechos civiles, por un lado, a la propuesta de construir campos de concentración, para encerrar a todos los musulmanes, por otro. Aunque en esta temporada los villanos siguen el lugar común (son terroristas islámicos), en otras temporadas los malos podían haber surgido de la paranoia izquierdista: eran hombres blancos, ricos y poderosos, que se habían aliado a los jefes de los monopolios petroleros. Todos cometen errores, porque hay que tomar decisiones de vida o muerte a cada instante: el mundo debe salvarse en el breve lapso que queda entre los tres cortes comerciales.

Aunque a los conservadores norteamericanos les encanta, 24 no es un producto de “derecha”. Es una estupenda narración irónica sobre lo políticamente correcto. Esa ironía surge de adentro mismo del pensamiento progre: los guionistas de esta serie conocen al dedillo los huecos que deja el pensamiento de izquierda y se burlan de sus excesos. Poniendo en contradicción constante los argumentos más ingenuos de los defensores de los derechos civiles, 24 retrata la política de manera brutal. En eso sigue una rica tradición que se remonta al realismo sucio en el campo de la literatura o a la filosofía política clásica (Hobbes y Maquiavelo) en el campo del pensamiento.

Como en ese mito moderno que es La Guerra de las Galaxias, de George Lucas, 24 da cuenta del “lado oscuro de la fuerza”. Cuenta, con un ritmo de vértigo, la historia secreta de esa potencia, siempre presente, que nos amenaza y que nos pervierte, pero que, también, es la que nos mantiene vivos.

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Written by daniel molina

¿Que yo me contradigo? Pues sí, me contradigo. Y, ¿qué? (Yo soy inmenso, contengo multitudes.)

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